martes, 26 de abril de 2011

NEGOCIACIÓN MUSULMANA.

Los árabes llevan el comercio en la sangre. Son comerciantes, pero no negociadores. Por eso prima el regateo que lleva implícita la idea del gana-pierde, la de hacer un amigo a través del proceso del sube y baja de precios y la del entretenimiento como parte central de cualquier transacción.
Los negocios con los árabes son lentos, en razón del interés primordial de establecer amistades antes de cerrar un trato. La paciencia debe acompañar al negociador extranjero, porque seguramente no podrá iniciar una operación comercial sin haberse dado a conocer y tocar aspectos de la vida personal y cotidiana.
Las secretarias no están autorizadas para fijar citas para los jefes. Las entrevistas deben programarse una semana de anticipación, siempre de acuerdo con las horas y los días de oración.
Los regalos deben entregarse con gran tino. Se considera una demostración de intimidad y amistad, no de insano compromiso; por eso no hay que recurrir a este expediente para intentar atraerlos. Conviene no abrirlos en publico, los hombres aprecian la perfumería y rechazan, por afeminado, cualquier articulo de oro o de seda. No se debe empacar con papel blanco porque se asocia con la muerte. Tampoco conviene los colores azul, negro y amarillo.
 El árabe se acerca demasiado a la contra parte, como demostración de amistad, la sensación puede incomodar tanto como ver hombres paseando tomados de la mano. Son de mal recibidos actitudes como señalar con el dedo índice, es costumbre hacerlo con toda la mano. En todas las naciones musulmanas la mano derecha se considera impura. El alcohol y la carne de cerdo están vetados en la vida cotidiana y los perros son animales impuros. La droga esta prohibida.
El árabe es hospitalario x naturaleza pero debe interpretarse como cortesía y no como el augurio de un negocio fácil. Lo prudente es aceptar las invitaciones, será entonces normal recibir buenas atenciones, visitar la casa del anfitrión y salir con interesantes regalos. Se recomienda cumplir con los rituales cotidianos: quitarse los zapatos antes de ingresar a un recinto, cruzar las piernas con discreción y ponerse a disfrutar de múltiples manjares.

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